La
mañana del 12 de diciembre desperté sobresaltado al oír gritos en
la calle. Se trataba de unos vecinos, una pareja joven que se había
mudado recientemente al barrio. Me asomé a la ventana que está
junto a mi escritorio para ver qué sucedía, y me alegré cuando el
conflicto se solucionó sin llegar a las manos. Pocas cosas hay que
me molesten tanto como la violencia.
Después
de desayunar, salí a pasear. Entré en una librería que me gusta
mucho, y me puse a hojear ediciones antiguas y manuscritos. El dueño,
que es amigo mío, me dejó consultar además unos cuantos libros que
necesitaba para documentarme sobre un tema que estaba estudiando.
Cuando me quise dar cuenta estaba anocheciendo. ¡Qué rápido pasa
el tiempo entre libros!
Al
abrir la puerta de mi piso, noté que hacía un frío inusual. Me
había dejado la ventana de la entrada abierta, y se me habían
volado unos papeles que había dejado esparcidos por mi escritorio.
Los recogí todos y, después de cenar, me puse a leer. En el piso de
enfrente había luz, y vi una sombra pasearse por las habitaciones.
Una y otra vez, el vecino recorría las estancias de su vivienda
encendiendo luces a su paso. Esto me distraía enormemente, así que
apagué la luz y me fui a dormir.
Hasta
aquí, el día había transcurrido con relativa normalidad. Pues
bien, mientras dormía, escuché unos golpes en la puerta de mi
habitación. Convencido de que había sido un sueño, me giré en la
cama y traté de volver a dormir, pero al momento volví a escuchar
los golpes. Tumbado en mi cama, se me ocurrió pensar que sería
probablemente el viento, que entraba por la ventana de la entrada,
que se habría abierto. Salí de mi habitación para comprobarlo,
pero la ventana estaba cerrada. Escuché de nuevo ruidos, y se me
ocurrió que quizás fuese el fantasma de mi prometida, que había
fallecido recientemente. Entiendan que había pasado el día leyendo
historias fantásticas y seleccionando pasajes para mi trabajo de
investigación. Enseguida deseché esa idea, pero mientras volvía a
mi cuarto no paraba de pensar en mi prometida. La echaba mucho de
menos, era una mujer maravillosa. Abstraído como estaba, no me di
cuenta cuando cerré la puerta que había algo en mi habitación.
Sobre la pila de libros por clasificar que tenía en mi mesilla de
noche había un cuervo, negro como el ébano.
Sorprendido,
me acerqué a él, pero voló para posarse en una estantería. Me
senté en la cama y me quedé mirándolo. El pájaro inclinó la
cabeza, como si supiese que mi mente estaba intranquila. ¡Qué
criatura más extraña! No conocía a nadie que tuviese un cuervo
como mascota, pero sin duda debía pertenecer a alguien, pues no es
común en esta ciudad encontrar cuervos.
-¿Qué
nombre tendrá este animalillo? -me pregunté en voz alta. El cuervo
graznó cuando me acerqué para ver si tenía alguna argolla en la
pata que indicase su procedencia. No tenía.
-De
algún sitio habrás salido -murmuré, y el cuervo graznó de nuevo
-¿Vienes quizás del campo? Es un largo viaje -el cuervo guardó
silencio -Entonces ¿de dónde sales?
Mientras
hablaba estaba paseando por mi habitación, y el pájaro me miraba atentamente. No sé qué se apoderó de mí, pero empecé a
contarle la historia de mi prometida, y saqué de mi pecho toda la
angustia que llevaba dentro desde hacía días. Cuando acabé, el
cuervo graznó. ¡Graznó! ¡Le había abierto mi alma, y su única
respuesta fue un graznido! Molesto con su actitud, moví unos papeles
para espantarle, pero no se inmutó, sino que graznó más fuerte. Y
entendí lo que decía. «Jamás».
-¿Qué
quieres decir? ¿Jamás volveré a verla? ¡Pájaro estúpido, eso ya
lo sabía! Pero me reuniré con ella en la otra vida! -grité, y el
cuervo graznó de nuevo:
-«Jamás».
-¡Pájaro
del demonio! Fuera de mi casa, fuera. ¡Déjame tranquilo!
-«Jamás»
-respondió con un graznido.
Me quedé muy sorprendido. ¿Qué habría llevado a un cuervo a entrar por mi ventana? ¿Acaso había venido sólo para recordarme que mi prometida ya no estaba conmigo? No, para atormentarme diciendo que nunca volvería a verla. Abrí la ventana y le pedí que se marchara, pero el
cuervo solo me miraba, y girando la cabeza, respondía a mis súplicas
con el sonido que me perseguirá hasta el fin de mis días. Jamás,
jamás.
2 comentarios:
Después de tantos años, el famoso cuervo de Poe vuelve a nosotros a través de este homenaje. Un gran trabajo evocando al gran maestro, al que se reconoce entre líneas, acechando la mente del lector. Enhorabuena.
Ahora, te dejo, que tengo un cuervo que espantar...
Me encanta la variedad de tus relatos y me alegra que últimamente hayas aumentado la frecuencia de tus entradas sin perder calidad. Sigue escribiendo.
Un asiduo lector.
Publicar un comentario