lunes, 19 de enero de 2015

Nevermore

La mañana del 12 de diciembre desperté sobresaltado al oír gritos en la calle. Se trataba de unos vecinos, una pareja joven que se había mudado recientemente al barrio. Me asomé a la ventana que está junto a mi escritorio para ver qué sucedía, y me alegré cuando el conflicto se solucionó sin llegar a las manos. Pocas cosas hay que me molesten tanto como la violencia.
Después de desayunar, salí a pasear. Entré en una librería que me gusta mucho, y me puse a hojear ediciones antiguas y manuscritos. El dueño, que es amigo mío, me dejó consultar además unos cuantos libros que necesitaba para documentarme sobre un tema que estaba estudiando. Cuando me quise dar cuenta estaba anocheciendo. ¡Qué rápido pasa el tiempo entre libros!
Al abrir la puerta de mi piso, noté que hacía un frío inusual. Me había dejado la ventana de la entrada abierta, y se me habían volado unos papeles que había dejado esparcidos por mi escritorio. Los recogí todos y, después de cenar, me puse a leer. En el piso de enfrente había luz, y vi una sombra pasearse por las habitaciones. Una y otra vez, el vecino recorría las estancias de su vivienda encendiendo luces a su paso. Esto me distraía enormemente, así que apagué la luz y me fui a dormir.
Hasta aquí, el día había transcurrido con relativa normalidad. Pues bien, mientras dormía, escuché unos golpes en la puerta de mi habitación. Convencido de que había sido un sueño, me giré en la cama y traté de volver a dormir, pero al momento volví a escuchar los golpes. Tumbado en mi cama, se me ocurrió pensar que sería probablemente el viento, que entraba por la ventana de la entrada, que se habría abierto. Salí de mi habitación para comprobarlo, pero la ventana estaba cerrada. Escuché de nuevo ruidos, y se me ocurrió que quizás fuese el fantasma de mi prometida, que había fallecido recientemente. Entiendan que había pasado el día leyendo historias fantásticas y seleccionando pasajes para mi trabajo de investigación. Enseguida deseché esa idea, pero mientras volvía a mi cuarto no paraba de pensar en mi prometida. La echaba mucho de menos, era una mujer maravillosa. Abstraído como estaba, no me di cuenta cuando cerré la puerta que había algo en mi habitación. Sobre la pila de libros por clasificar que tenía en mi mesilla de noche había un cuervo, negro como el ébano.
Sorprendido, me acerqué a él, pero voló para posarse en una estantería. Me senté en la cama y me quedé mirándolo. El pájaro inclinó la cabeza, como si supiese que mi mente estaba intranquila. ¡Qué criatura más extraña! No conocía a nadie que tuviese un cuervo como mascota, pero sin duda debía pertenecer a alguien, pues no es común en esta ciudad encontrar cuervos.
-¿Qué nombre tendrá este animalillo? -me pregunté en voz alta. El cuervo graznó cuando me acerqué para ver si tenía alguna argolla en la pata que indicase su procedencia. No tenía.
-De algún sitio habrás salido -murmuré, y el cuervo graznó de nuevo -¿Vienes quizás del campo? Es un largo viaje -el cuervo guardó silencio -Entonces ¿de dónde sales?
Mientras hablaba estaba paseando por mi habitación, y el pájaro me miraba atentamente. No sé qué se apoderó de mí, pero empecé a contarle la historia de mi prometida, y saqué de mi pecho toda la angustia que llevaba dentro desde hacía días. Cuando acabé, el cuervo graznó. ¡Graznó! ¡Le había abierto mi alma, y su única respuesta fue un graznido! Molesto con su actitud, moví unos papeles para espantarle, pero no se inmutó, sino que graznó más fuerte. Y entendí lo que decía. «Jamás».
-¿Qué quieres decir? ¿Jamás volveré a verla? ¡Pájaro estúpido, eso ya lo sabía! Pero me reuniré con ella en la otra vida! -grité, y el cuervo graznó de nuevo:
-«Jamás».
-¡Pájaro del demonio! Fuera de mi casa, fuera. ¡Déjame tranquilo!
-«Jamás» -respondió con un graznido.
Me quedé muy sorprendido. ¿Qué habría llevado a un cuervo a entrar por mi ventana? ¿Acaso había venido sólo para recordarme que mi prometida ya no estaba conmigo? No, para atormentarme diciendo que nunca volvería a verla. Abrí la ventana y le pedí que se marchara, pero el cuervo solo me miraba, y girando la cabeza, respondía a mis súplicas con el sonido que me perseguirá hasta el fin de mis días. Jamás, jamás.  

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Después de tantos años, el famoso cuervo de Poe vuelve a nosotros a través de este homenaje. Un gran trabajo evocando al gran maestro, al que se reconoce entre líneas, acechando la mente del lector. Enhorabuena.

Ahora, te dejo, que tengo un cuervo que espantar...

Anónimo dijo...

Me encanta la variedad de tus relatos y me alegra que últimamente hayas aumentado la frecuencia de tus entradas sin perder calidad. Sigue escribiendo.

Un asiduo lector.