viernes, 2 de diciembre de 2011

Reflexiones de una estudiante de 2º de Bachillerato con "demaisado tiempo libre"

La vida da muchas vueltas. Al igual que en las series de televisión en las que los personajes hacen mil y una cosas para escapar de situaciones complicadas en la vida real la gente cuenta mil y una mentiras para dar la imagen exterior de lo que por dentro no son ni de lejos. Palabras envenenadas que hacen más daño a quien lo dice que a cualquier posible oyente, ya que crean una imagen distorsionada de la persona que luego no puede ser matenida más que con mentiras.



Paseamos por la calle y vemos las caras de personas que llevan una vida tan ocupada que no pueden hablar con sus amigos más que en el trayecto desde el restaurante a la oficina, si es que salen a comer fuera. Vemos a otros que van tan serios que nunca imaginaríamos lo divertidos que son con sus hijos.



En todos lados hay gente que se preocupa por su familia y amistades, aunque sólo unos pocos participan activamente en la conservación de estos vínculos. Lo difícil es saber distinguir a los que lo hacen de los que fingen hacerlo, ya que muchas veces tus amigos te sonríen y te escuchan pero no te dan luego consejos útiles, simplemente te cuentan algo para cambiar de tema, para centrarse de nuevo en ellos y en la resolución de sus conflictos. Eso no es un amigo de verdad. Esos son los amigos que mienten más que hablan. Puede parecer no intencionado, pero no es así. Quizás simplemente dan prioridad a sus problemas antes que a los tuyos, cosa que todos sabemos que es propio de los amigos.



Nadie miente sin quererlo, aunque quizás me equivoque.