viernes, 16 de enero de 2015

En busca de la felicidad

La última vez que le vi tenía 17 años. Era viernes. No había sido un buen día en el instituto. Me contó una historia sobre una chica que no era feliz en su casa y que vivía cada día pensando en crecer para poder largarse, hasta que se despertó un día y ya era mayor de edad y con sus ahorros pudo irse de la ciudad para siempre. Hablamos de la felicidad, y me dijo que es la base de todo. Que cuando tuviera su edad y pensara en el pasado, no recordaría el motivo de las peleas o los disgustos, pero sí el de las sonrisas. Y cuando nos despedimos, yo sonreía. Pero no volví a verle. Supongo que por fin tenía dinero para irse a algún otro sitio a buscar la felicidad.
Cuando le conocí tenía 15 años y también había sido un mal día. No solía pasarlo bien en el instituto, mis compañeros se encargaban de ello. Recuerdo que me hizo reír muchísimo porque, después de ayudarme a criticar a cada uno de mis compañeros, me dijo que no debía juzgar a nadie porque no sabía cuáles eran sus circunstancias ni por lo que estaban pasando. Me lo dijo con una sonrisa y tono burlón, claro. Pero después de ese día no me afectaron las cosas que me decían. Eran mentiras dichas por gente a la que no le importaba lo más mínimo.
No hago más que pensar en todas las veces que me ayudó, y en que no estoy segura de si alguna vez le ayudé yo a él. De hecho, no estoy segura de que alguna vez me contara alguno de sus problemas, pero claro, ¿cómo iba a ayudarle alguien 10 años más joven que él?

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