Cambio forzado

Abrí los ojos. Estaba vivo.

Recordaba vagamente lo ocurrido. La explosión fue horrible, pero lo peor fue ver su cara, sonriendo maliciosamente hasta que desaparecí de su vista.

Me miré en un espejo. ¿Qué había pasado?

Era imposible.

Aquél no era mi cuerpo, ni mi cara. Y no estaba en mi casa. "¡Maldita ciencia! ¿Por qué a mí?"-pensé. Me juré a mi mismo que nunca volvería a prestarme como cobaya humana. Di una vuelta por la casa. Más bien, por la mansión. Visité cuatro habitaciones, cada cual más lujosa, con vistas a una increíble piscina. Me asomé al balcón de una de las habitaciones. Desde allí vi una pequeña playa privada, y en su muelle anclado un yate.

Pero me daban igual los lujos. Me tumbé en un sofá y cerré los ojos. Creí oír un ruido y me incorporé, sobresaltado. La puerta acababa de abrirse y entraba una chica. Era alta, morena, de ojos azules. Vestía minifalda negra y top blanco. Me miró y sonrió.

-Hola, cariño.- dijo, sentándose a mi lado.

-Hola.-respondí, confundido.

Ella apoyó la cabeza sobre mi hombro.

"No está mal este sitio".-pensé.

Me pareció que sonreía.